Como pereza denominamos la negligencia, flojedad o descuido de los deberes u obligaciones en que deberíamos ocuparnos. La palabra, como tal, proviene del latín pigritia.
La pereza es una falta de voluntad para actuar, trabajar o atender las tareas que nos competen. Es un antivalor, pues es contraria a valores considerados positivos como la diligencia, la eficiencia y la responsabilidad.
Socialmente, la pereza es mal vista, debido a que la persona perezosa rechaza o no tiene interés en el trabajo, o carece de voluntad para dedicarse a sus obligaciones.
En la pereza, las personas malgastan su tiempo en actividades de ocio y placer, que, pese a que también son saludables en dosis correctas, no lo son si nuestras vidas giran en torno a ellas.
De este modo, en una sociedad como la nuestra, que otorga un lugar central al trabajo y la producción de beneficios económicos, la pereza es considerada simplemente como holgazanería o flojera.
Pereza espiritual
La pereza, para la religión católica, es uno de los pecados capitales, pues es una falta grave que es capaz de generar otros pecados. La pereza consiste en no hacerse cargo de las propias responsabilidades, en la entrega al placer o al ocio, en detrimento de la atención a los quehaceres u obligaciones.
Según la Biblia, Dios dispuso el trabajo para el hombre con el objeto de que este fuera capaz de asegurarse el sustento. Y, además, advierte que la pereza aparta a los creyentes de sus obligaciones espirituales.
Pereza mental
Como pereza mental se conoce la falta de iniciativa que experimenta un individuo para hacer realidad sus pensamientos o ideas. Se manifiesta, fundamentalmente, en la constante incapacidad de la persona para actuar y concretar planes y proyectos, bien sea por indecisión o por falta de voluntad.
¿POR QUÉ SE PRODUCE LA PEREZA?
¿Quién no la ha experimentado alguna vez? Esa sensación que hace que te sientas el doble de cansado, que dirige al pensamiento para que lo que tienes que hacer parezca mucho más difícil o aburrido. Se disfraza detrás de muchos nombres, como gandulería, flojera, haraganería, holgazanería… para eso la pereza no parece tener pereza.
Es tan humana, que protagoniza anécdotas. El descubridor del bacilo de la tuberculosis, R. Koch, fue obligado como castigo por su mal comportamiento a escribir un pequeño ensayo sobre “¿Qué es la pereza?” Koch se puso manos a la obra y en apenas dos minutos le entregó a su profesor el logrado ensayo. El profesor, extrañado, le preguntó: “¿Te ha ocupado mucho?” y Koch respondió: “Tres páginas”. El genio había escrito en la primera página: “Esto”, en la segunda “Es” y en la tercera “Pereza”.
Siendo un poco más científicos (pero solo un poco), Peter Axt (especialista en ciencias de la salud de la Universidad de Fulda) y su hija escribieron un libro al que titularon “El placer de la pereza”. La hipótesis que manejan es que nacemos con una cantidad limitada de “energía vital”. Si la agotamos rápidamente —haciendo ejercicio y estresándonos— tendremos una muerte prematura. Si no hacemos casi nada, podemos estirarla y vivir mucho más tiempo. Los autores ilustran sus ideas sobre la “energía vital”, observando que los animales salvajes viven más tiempo en cautiverio.
En el lado contrario encontramos una interesante investigación co-dirigida por el científico Gregory Steinberg (Profesor Asociado del Departamento de Medicina de la Universidad de McMaster, Canadá), en la que se hipotetiza que la pereza tiene que ver con la pérdida de dos genes. Trabajaron con ratones (luego las conclusiones hay que tomarlas con cierta distancia) que no tenían dos de los genes que controlaban la actividad de la proteína AMPK.
La proteína AMPK actúa cuando hacemos ejercicio y tiene la función de de contribuir al aporte de nutrientes y oxígeno a las células musculares. En el estudio comprobaron que los ratones normales (que sí contaban con estos genes) corrían espontáneamente una gran cantidad de Kilómetros mientras que los “ratones sin genes” apenas recorrieron unos metros. Al carecer de dichos genes, estos animales tendrán un menor nivel de mitocondrias (la central energética de las células) y eso hace que sus músculos tengan mayor dificultad en absorber la glucosa mientras se ejercitan.
Extendiendo el estudio a las personas: cuando hacemos alguna actividad aeróbica, los niveles de mitocondrias en los músculos se incrementan notablemente y si dejamos de hacer ejercicio durante un tiempo, pasa lo contrario, y la concentración de este componente se reduce. Así, su conclusión a la que llegaron los investigadores fue que: si disminuimos la actividad física, reduciremos los niveles de mitocondrias en nuestros músculos y haremos que nos cueste cada vez más hacer ejercicios. Es decir, que la pereza no sería más que la progenitora de propia pereza.
Esto concuerda con lo que muchas personas han experimentado en su propia vida: al dejar de hacer cosas por pereza parece que esta se empieza a reproducir y a afectar a acciones en las que antes no actuaba. Además, concuerda con el pensamiento de que trabajamos en círculos de inercia o espirales, que afirma que un acontecimiento o acción de una naturaleza aumenta las posibilidades de que se produzca otro acontecimiento o acción de la misma naturaleza que el primero.
¿CUALES SON LAS CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA PEREZA?
Es la reticencia o el olvido en realizar acciones, movimientos o trabajos. El diccionario dice que es indolencia, inactividad que resulta al no gustar del trabajo. En palabras más simples es no hacer actividades que corresponde hacer y actuar de forma irresponsable.
Probablemente es la motivación, es encontrar algo que nos apasione, es estar agradecidas por nuestra vida y nuestro trabajo. Si tu tienes pereza lo mejor que puedes hacer es ponerte en movimiento, la pereza crea un circulo vicioso: si tienes pereza no haces nada y si no haces nada te da mas pereza.
Probablemente es la motivación, es encontrar algo que nos apasione, es estar agradecidas por nuestra vida y nuestro trabajo. Si tu tienes pereza lo mejor que puedes hacer es ponerte en movimiento, la pereza crea un circulo vicioso: si tienes pereza no haces nada y si no haces nada te da mas pereza.
¿CUALES SON LAS CONSECUENCIAS DE LA PEREZA?
¿CÓMO COMBATIR LA PEREZA?
Llámalo como quieras: pereza, desidia, desmotivación, ociosidad… Puede que tu problema no sea este, sino que simplemente estés tan abrumado y sobrecargado que el panorama te paraliza. Pero al final, sea lo que sea, el resultado es siempre el mismo: inmovilismo ante las tareas pendientes.
El resultado de esta pereza, de no hacer eso que tenemos que hacer o hacerlo con desgana, tiene consecuencias directas sobre nuestra calidad de vida. Además, el sentimiento de culpa afecta a nuestra autoestima.
Todos conocemos esta sensación en multitud de acepciones, aunque no siempre sabemos identificarlas bien y las agrupamos todas en el mismo saco. En el fondo, las estrategias para superar la situación, independientemente de lo que haya detrás, son las mismas. Vencer la pereza es bastante más fácil de lo que puede parece. Solo hace falta tomar la decisión de hacerlo y poner en práctica algunas sencillas estrategias.
¿Cómo vencer la pereza?
Hay muchas formas de vencer la pereza. Algunos métodos requieren analizar cuál es el problema real o la fijación de objetivos concretos para establecer una meta que sirva de faro. Sin embargo, no todo en la vida es tan complicado.
Las siguientes estrategias te servirán en cualquier situación. Empieza por aquí para conseguir resultados prácticos rápidos. La ventaja de lo que vas a ver a continuación es que no tienes que empezar pensando demasiado, por lo que podrás mecanizar el sistema para todos esos momentos en los que necesitas ponerte con algo rápidamente.

Las cosas simples primero
Por obvio que parezca es necesario recordar que para hacer algo hay que empezar a hacerlo. Pensar en hacerlo no vale, sino que hay que empezar. Lee atentamente este adivinanza que propone Ana Moreno: “Hay tres pájaros en un árbol y dos de ellos deciden saltar. ¿Cuántos pájaros hay ahora?”
…
Sigue habiendo tres pájaros. Mientras los que piensen en saltar no salten seguirán estando en la rama. Lo mismo ocurre con la pereza. De nada sirve que pienses que tienes que hacer algo mientras no lo hagas.
El problema es el bloqueo que acompaña a la pereza: ¿por dónde empiezo? No te compliques la vida y empieza por lo más simple. Y si todo es igual, simplifica tu elección haciendo lo primero que surja. No es la mejor forma de organizarse, pero sí la más eficaz para empezar a hacer algo.
Paso a paso
Otro de los grandes problemas que nos bloquean y nos hacen entrar en modo perezoso es que las tareas son tan grandes que nos abruman. Para salir de ahí lo mejor es dividir las tareas en otras tareas más pequeñas para reducir la presión y mantenernos motivados.

Esto requiere pensar un poco en lo que hay que hacer, pero no es para tanto. Divide primero la tarea en 3, 4 o 5 partes (las que necesites, pero que no sean muchas). Si esto todavía es abrumador, coge la primera parte y divídela de nuevo, dejando las demás para cuando les toque. Si sigue siendo mucho, vuelve a dividir hasta que puedas empezar por algo digerible y tengas una referencias para avanzar.
Lo ideal para obtener buenos resultados sería dividir todo en pequeñas partes y planificar su desarrollo. Esto en sí mismo puede ser una tarea abrumadora. Pero estamos hablando de vencer la pereza, no de alcanzar la máxima productividad y eficacia, así que con esto nos vale de momento.
Haz una lista de tareas pendietes
A veces nos encontramos en situaciones caóticas con un montón de trabajo pendiente. Es muy difícil no perder la pista de todo el trabajo que hay que hacer. ¿Cómo empezar por lo más sencillo si no sabes lo que hay que hacer? Y de ir paso a paso ni hablamos, porque cada tarea es independiente.
Para solucionar esto, siéntate un momento y anota lo que tienes que hacer en una lista en el formato que más te guste: anota todo en un papel o en notas indpendientes que colocarás en un tablero, por ejemplo. Regálate este momento previo para definir lo que tienes por delante.

Con esta lista delante ya puedes decidir. Elimina las tareas superfluas y deja las tareas menos urgentes para otra día. Luego, coge la tarea más sencilla, la que menos tiempo te lleve y da ese primer paso. Después, paso a paso, vete avanzando en la lista. No te juzgues, no intentes abarcar intelectualmente todo el problema. Simplemente, avanza, tachando o retirando lo que esté hecho.
Visualiza los beneficios de una tarea hecha
Si te da pereza hacer algo por el esfuerzo que supone, piensa en lo que pasará cuando esté hecho. Visualiza el resultado y disfrútalo. Esto te llenará de energía y restaurará tu motivación. Visualizar las tareas terminadas ayuda a vencer la resistencia interior que te estaba impidiendo involucrarte con esas tareas.
La visualización también ayuda a plantear opciones sobre cómo solucionar los posibles problemas para realizar una tarea o a plantear algo tan sencillo como por dónde empezar.
Elimina las distracciones
Habitualmente las distracciones son la fuente de la pereza y la única razón por la que decidimos aplazar las tareas para otro momento, lo que hace que hace que estas parezcan aún más aburridas.
Sea lo que sea aquello que te distrae, elimínalo. Asegúrate de que una vez que hayas comenzado con una de las tareas no haya nada que te distraiga. De sobra sabes lo que es, para esto no vas a tener que hacer un gran ejercicio de autoexploración.